
De destrozarte la cabeza tengo ganas y desganas. Ganas desde que sostengo este vaso vacío de vidrio, que pienso que podría ahora estrellártelo tan fuerte, es decir, con tantas ganas de estrellártelo fuerte, y quizás, por fín, destrozarte la cabeza, nada más que para ver como te desangras y como ellos vienen a llorar impresionados, y a sentir innumerables emociones en un sólo momento. Sólo es esta oportuna y constante desgana, la que me hace recordar que si sostengo este vaso, no es más que para beber algo.
.